La argumentación lleva el propósito de demostrar que la ciencia y la religión no pueden mezclarse en vista de que sus respectivos modos de interactuar con la naturaleza son enteramente diferentes, y su manera de buscar explicaciones para los fenómenos naturales son absolutamente incompatibles.

El darwinismo logró romper la tradición del pensamiento medieval que encadenaba la biología a viejas supersticiones, y con ello logró hacer de la biología una ciencia moderna. Sin embargo, es paradójico que ese mismo paradigma ha llevado a la ciencia a un nuevo estancamiento, porque ahora se ha convertido en un estorbo para su progreso. El darwinismo ha fallado en resolver los misterios de la evolución, y por ello es un paradigma fracasado.

En este libro propongo que la versión oficial sobre los fraudes de Kammerer está ligeramente distorsionada por los prejuicios que los darwinistas vienen arrastrando prácticamente desde que August Weismann hizo público el experimento de cortarle la cola a los ratones.

El lamarckismo moderno ha dejado de ser una fantasía cargada de supersticiones, para convertirse en un valioso programa de investigación, mientras que el darwinismo va declinando vertiginosamente.

Aquí ofrezco una breve exposición de motivos para denunciar el fraude del darwinismo moderno, y señalar que los críticos del concepto de selección natural siempre han tenido razón para identificarlo como ejemplo de mala ciencia.

Las controversias sobre el darwinismo nos permiten ver como el fanatismo domina tanto en la ciencia como en la religión, y que este fanatismo lleva a negar la realidad que tenemos a la vista.